Trilok Gurtu, nacido en 1951 en Bombay, India, es un percusionista y compositor de jazz, fusión, música india y música del mundo. Ha realizado sus propios trabajos discográficos y ha colaborado con artistas tales como Terje Rypdal, John McLaughlin, Jan Garbarek, Joe Zawinul, Bill Laswell y Robert Miles. Para quienes no lo conocen, Gurtu es uno de esos músicos con antecedentes en los terrenos del jazz y el rock, pero que se sigue considerando a sí mismo un tradicionalista.
Aunque comenzó en los años 70 a hacerse sentir fuera de su país, su consagración llegó en el Trío del guitarrista británico John McLaughlin, que lo acercó a escenarios internacionales, mientras exploraba al máximo las posibilidades de fusionar sus conceptos musicales en un formato pequeño de jazz. No fue esa su primera incursión en grande, pero sí la última vez que formó parte estable de un grupo ajeno. Desde entonces su trayectoria se bifurcó, entre la proyección personal, marcada por discos y actuaciones, y las colaboraciones con otros.
Alternando entre la batería convencional y las percusiones más eclécticas se convirtió en piedra angular de múltiples proyectos, avalado por la precisión y maestría de su arte, y todo lo que fue aportando a cada experiencia.
Trilok debuta como solista en 1987 con Usfret, todavía indeciso entre la tradición más desnuda y los acercamientos multigenéricos. A partir de allí despliega casi una veintena de títulos entre los cuales brillan Crazy saints (1993), The glimpse (1997), African fantasy (2000), Remembrance (2002), Broken rhythms (2004), Farakala (2006) y Massical (2009).
Acceder a la música de Trilok es entrar en un mundo de hondas implicaciones filosóficas, donde los sonidos expresan un conocimiento ancestral que enfatiza la voz del espíritu por encima de cualquier consideración material. Tal vez de ahí venga la posición del percusionista que marca distancia respecto a muchos de sus colegas y, por supuesto, a la homogenización que promueve el mercado.
Aunque comenzó en los años 70 a hacerse sentir fuera de su país, su consagración llegó en el Trío del guitarrista británico John McLaughlin, que lo acercó a escenarios internacionales, mientras exploraba al máximo las posibilidades de fusionar sus conceptos musicales en un formato pequeño de jazz. No fue esa su primera incursión en grande, pero sí la última vez que formó parte estable de un grupo ajeno. Desde entonces su trayectoria se bifurcó, entre la proyección personal, marcada por discos y actuaciones, y las colaboraciones con otros.
Alternando entre la batería convencional y las percusiones más eclécticas se convirtió en piedra angular de múltiples proyectos, avalado por la precisión y maestría de su arte, y todo lo que fue aportando a cada experiencia.
Trilok debuta como solista en 1987 con Usfret, todavía indeciso entre la tradición más desnuda y los acercamientos multigenéricos. A partir de allí despliega casi una veintena de títulos entre los cuales brillan Crazy saints (1993), The glimpse (1997), African fantasy (2000), Remembrance (2002), Broken rhythms (2004), Farakala (2006) y Massical (2009).
Acceder a la música de Trilok es entrar en un mundo de hondas implicaciones filosóficas, donde los sonidos expresan un conocimiento ancestral que enfatiza la voz del espíritu por encima de cualquier consideración material. Tal vez de ahí venga la posición del percusionista que marca distancia respecto a muchos de sus colegas y, por supuesto, a la homogenización que promueve el mercado.
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