Hay razones y razones, artistas prepotentes y comentaristas poco profesionales, pero ambos son parte esencial de una industria que necesita de todas sus piezas para que el show continúe.
Gregorio Montiel Cupello
La siguiente anécdota se le atribuye al pianista y compositor alemán Robert Schumann:
"Al día siguiente del estreno de una de sus obras, viene corriendo el asistente y le dice al gran músico: ¡¡¡Maestro, maestro!!! ¡Ese crítico bastardo! ¡El mismo de siempre! Otra vez ha destrozado su obra en su columna del periódico! Y se voltea el maestro, relajado, y le dice al asistente: "Tranquilo, Félix, ¿Cuándo has visto una estatua de un crítico?"
En este mismo orden de ideas, citamos al violinista Isaac Stern, que en una ocasión razonó: "Los críticos son como los eunucos, saben... pero no pueden".
Algunos músicos hacen fiesta con este tipo de consideraciones, que tienen sus fundamentos, pero que, como todo en la vida, son relativas y tienen sus "bemoles".
Para empezar porque hay músicos que han sido críticos importantes, como el pianista y compositor británico Leonard Feather (autor de los tres volúmenes de "The Encyclopedia of Jazz") o el saxofonista cubano Leonardo Acosta (que ha escrito libros como "Del tambor al sintetizador" y "Raíces del Jazz Latino").
Y luego porque esta es una industria en la que si falla una de sus bases, sencillamente cojea.
La música la hacen los músicos, pero sin medios de comunicación, periodistas, locutores, fotógrafos, industria, shows, locales nocturnos, teatros, sellos disqueros, tiendas, productores, managers, empresarios, ingenieros de sonido, público, seguidores, libros o videos a ningún lugar llega. Se queda en su casa.
Los músicos como artistas, creadores y seres sensibles que son con sus respectivos egos, les encanta que hablen de ellos, los tomen en cuenta y los inviten a programas de radio o televisión para proyectarse, ganar fama y consolidar sus carreras.
Cuando se les elogia, todo está muy bien y se trata de un comentarista atinado y amigo. Mas, cuando se pone el dedo en la llaga, con o sin razón, no toleran la crítica o la observación. En ocasiones por no aceptar que en realidad faltó ensayo, que hubo equivocaciones o que fue una "mala noche", todo lo que puede ocurrir.
En otras, porque el crítico o periodista no conoce el tema pero tiene que cubrir la pauta; tiene mala intención, no hay voluntad para documentarse al respecto por flojera o falta de profesionalismo; o porque es muy joven y está en proceso de formación.
Abordar la música para escribir de ella necesita de un alto grado de sensibilización y respeto para con el tema, haber escuchado los más diversos géneros a lo largo de muchos años, disponer de una amplia discoteca, documentarse sobre las diferentes corrientes musicales, sus correspondientes orígenes, historias, hitos e intérpretes; haber asistido a una buena cantidad de conciertos de los estilos más desiguales, leído libros sobre el asunto y hasta conocer de teoría y solfeo.
Pueden ser muy graciosas o celebradas las citadas salidas de Schumann o Stern, pero es una falta de respeto también (porque se generaliza) hacia quienes de buena fe están en el negocio de la música, lo hacen realidad, co-escriben la historia del arte sonoro atraídos por su magia y magnetismo, y hacen sus aportes según sus talentos y cualidades.
Aparte de los ya referidos ejemplos de Feather en el jazz y de Acosta en la música cubana, no puedo dejar de pensar en lo fundamental que fueron para el rock internacional el periodista Jann Wenner (co-creador de la revista Rolling Stone), el radio-Dj británico John Peel o el empresario Bill Graham.
En nuestra Venezuela habría que citar al locutor y promotor de jazz Jacques Braunstein (que le sugirió en su momento a Aldemaro Romero el nombre de Onda Nueva para ese ritmo que estaba naciendo); al igualmente locutor Phidias Danilo Escalona, quien acuñó el término "salsa"; a César Miguel Rondón, autor de "El libro de la salsa" y que hizo con Rubén Blades parte de "Maestra vida", o a ese gigante de la "pantalla chica" venezolana que fue Renny Ottolina, fundamental para el "show business" nacional de los sesenta y parte de los setenta.
Creo que quienes estamos de este lado tenemos que ser muy serios y rigurosos en nuestro oficio, y que los músicos deben ser más tolerantes y autocríticos.
Hay otra frase célebre con la que sí vamos a coincidir:
"Sin la música, la vida sería un error".
Friedrich Nietzsche
Blog creado por Hugo Santaromita, comentarista y escritor venezolano de jazz.
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