Terremotos, réplicas, saqueos, desgobierno, miseria... y cientos de miles de muertes. Son muchas las razones para mirar hacia Haiti con el corazón en la mano. Pero, en medio, del drama, también hay un motivo para reivindicar el orgullo del país más pobre de América Latina: su música.
Nuestra solidaridad con Haití, y desde aquí no podemos hacer otra cosa que enmarcar la esperanza con música, aquí una breve revisión de su prolífica música como incentivando la acción hacia una palabra fundamental y necesaria para el pueblo haitiano: Solidaridad.
El impacto de los haitianos exiliados fue decisivo en Cuba, entre los blancos, porque el gusto por la música de violín floreció en las orquestas que interpretaban danzones y que llevaban el apellido de "charanga francesa» en su honor. Y los haitianos negros de la diaspora intervinieron en el nacimiento del son cubano. Fue el resorte capaz de dinamizar los invisibles lazos de los procesos culturales.
En Haití encontramos un espíritu festivo de indudable origen africano, reflejado en el Rasin o racin, basado en percusiones de tambores y otros instrumentos, es el mundo agrícola y religioso expresado en el baile en grupo, llamado ga-gá o ra-rá, también es mostrado en la explosión frenética del Kompa que sería un equivalente al merengue de los dominicanos.
Nuestra solidaridad con Haití, y desde aquí no podemos hacer otra cosa que enmarcar la esperanza con música, aquí una breve revisión de su prolífica música como incentivando la acción hacia una palabra fundamental y necesaria para el pueblo haitiano: Solidaridad.
El impacto de los haitianos exiliados fue decisivo en Cuba, entre los blancos, porque el gusto por la música de violín floreció en las orquestas que interpretaban danzones y que llevaban el apellido de "charanga francesa» en su honor. Y los haitianos negros de la diaspora intervinieron en el nacimiento del son cubano. Fue el resorte capaz de dinamizar los invisibles lazos de los procesos culturales.
En Haití encontramos un espíritu festivo de indudable origen africano, reflejado en el Rasin o racin, basado en percusiones de tambores y otros instrumentos, es el mundo agrícola y religioso expresado en el baile en grupo, llamado ga-gá o ra-rá, también es mostrado en la explosión frenética del Kompa que sería un equivalente al merengue de los dominicanos.
De Haití ha salido mucho talento musical para el exterior y muchos de esos músicos han cultivado el jazz, resguardando fervientemente sus raíces. Un ejemplo de ello es Markus Schwartz, un percusionista residenciado en Nueva York, y miembro del quinteto afro-haitiano de jazz Mozayik. Markus también ha trabajado con muchos otros artistas haitianos, como Emeline Michel, Azor, Bonga, Jean-Baptiste (Foula), James Germaine, Beethova Obas, Dadi Beaubrun (Boukman Eksperyans / Lataye) y Wyclef Jean, fundador del grupo de hip-hop The Fugees, junto a Laurynt Hill.
Vamos a colocarles al quinteto hiatiano de Jazz Mozayik, con una versión muy particular de Caravan, el célebre tema de Duke Ellington. Mozayik está integrado, aparte del percusionista Markus Schwartz, por Eddy Bourjolly, en la guitarra; Gashford Guillaume, en el set de baterías; Gene Torres, en el bajo, y Welmyr Jean-Pierre, en el piano. Schwartz es especialista en percusión con instrumentos haitianos.
Blog creado por Hugo Santaromita, comentarista y escritor venezolano de jazz.
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